En
una población, un tanto lejos de la capital, seres humanos conviven
en una pensión maravillosamente construida bajo en mando de Eneida,
una mujer que podríamos llamar la Doña Bárbara de hoy.
Bajo su mando, se hacen y se construyen los sueños de todos los que
merodean a diario la pensión, las paredes se pintan con las
historias de los seres que han rodeado el paso, la estadía y la
existencia del tiempo en ese lugar. Dicha pensión, es para Eneida
el todo, allí están los que han vivido y han dejado vivir,
ahí está el sentir y el padecer, en sus pisos está el
olor y en el ambiente están las voces del ayer y de hoy.
Vivir
en esta pensión, es para Eneida un hecho de vida. En sus corredores
y habitaciones pareciera que se ha detenido el tiempo para algunos, en
otros la lucha por salir y buscar un nivel de vida más elevada, es
lo que marca a ciertos y específicos personajes, otros, sólo
buscan existir, tal es el caso de Don Julio Sánchez, donde su búsqueda
de ambición económica aunada al amor que siente por la hija
de Eneida, le enturbia el pensamiento, y le domina más la razón
que el amor, la cual le oscurece las relaciones con su suegra, lo que le
lleva a enfrentarse con ella y donde su egoísmo y el no saber
entender las razones de vida y el desafío que ha perdurado en
Eneida para sobrevivir en un medio hostil, con sus encantos y nostalgias,
desembocan en negras discusiones razonables e irrazonables.
En
la popular y pintoresca pensión, los personajes conviven como una
gran familia. Don Heriberto, un viejo y abandonado pensionado, desvaría
por momentos en su atormentada cabeza, actuando como profeta de un posible
desastre que se avecina. En él, estarán los futuros y
premonitorios sucesos que vendrán en forma de diluvio a través
del desarrollo del guión. Don Heriberto, siente que es el abuelo,
aun sin serlo, del niño Rodrigo, quien posee una mascota, la cual
será también un símbolo al final de la historia, como
rememorando un arca de Noé.
Rodrigo,
quien es hijo de Maigualida, respeta y admira a su abuela Eneida, quien a
pesar de haber permitido la relación de su hija con Don Julio Sánchez,
y de haber tenido a Rodrigo fuera del matrimonio, acepta las visitas de
este hombre en su casa, la cual realmente le pertenece a Don Julio y quien
le pedirá su desalojo, petición que desencadenará
enfrentamientos entre su hija y ella.
En
esa misma pensión viven Graciela y Demetria, esta última, es,
en apariencia, la más cándida e inocente de la historia,
pero repentinamente se entregará en una noche de lluvia y relámpagos
en los brazos del recién llegado Ricardo, el hombre que ejecutará
la orden de Don Julio Sánchez. Demetria pareciera seguir los pasos
de Graciela, una mujer atrevida y seductora, capaz de enfrentarse a
cualquier hombre para hacer respetar sus derechos como mujer, pero a pesar
de su carácter fuerte y arrollador, siempre sucumbe ante el hombre
de toda su vida, Pedro. Un policía que la ha amado siempre y que
estará dispuesto a recuperar su amor, cueste lo que cueste, a pesar
de haberle traicionado con otros, en especial con el bueno para nada de
Gregorio, un chulo que la vive a diario sin ningún tipo de escrúpulos.
Ahora
Don Julio Sánchez, rico empresario de la zona, quiere desalojar a
todos los habitantes de un sector del cual es dueño, para construir
un gigantesco centro turístico, pero su único problema será
una casa que está en un punto estratégico del proyecto, pero
que escapa de sus manos pues no ha podido comprarla. De ese modo, Don
Julio toma la decisión de contratar a un sicario de nombre Ricardo
quien será el encargado de cumplir sus órdenes. Dicha casa sólo
está habitada por una madre y su hijo, el joven Santiago.
Mientras
ocurre esta orden, Don Julio le prepara el terrero a su suegra Eneida y a
su hija Maigualida, para que se vayan a vivir a Caracas. Esta última
desea con ansia vivir en la capital, mientras que su madre no, son años
viviendo allí y su vida pertenece a ese lugar. Al no querer mudarse
Eneida a Caracas, Don Julio entra en cólera y ambos se enfrentan,
hasta el punto de que Eneida le dice: "primero muerta, nadie me sacará
de este lugar". Eneida, es una mujer que jamás remplazaría
su casa, por un apartamento u otra casa en cualquier lugar del mundo, eso
sólo le traería desconsuelo y nostalgia. La petición
de Don Julio de abandonar la pensión, llena de cólera a
Eneida, quien se niega rotundamente. Mientras ocurre esa acalorada situación
entre ellos, la naturaleza confabula contra todos. Las lluvias continúan
sin parar, acentuando cada día más una posible tragedia
donde nadie la ve, pero que se respira en el ambiente. Las discordias, los
amores y desamores, la justicia y la injusticia se preparan para ser
lavadas por miles de litros de agua que caen del cielo, como si alguien
llorase al ver tanto enfrentamiento entre la civilización, que no
ve más allá de sus ojos, y sin querer hacerles daño,
las gotas de agua o lágrimas quizá, convierten todo en una
gran catástrofe, donde mueren inocentes y culpables.
La
naturaleza se hace presente en los personajes, como queriéndose
mezclar con ellos, pero de una manera terrible, quitándoles en ese
momento la vida, después de haberles dado tanto.
Algunos
de los hombres de esta historia se ven arrastrados por las Aguas
Turbulentas, como si limpiasen los suelos del terror al que nos
enfrentamos a diario, como si nos llamaran a reflexión. Pero a
pesar de todo, esos hombres llevados por la corriente al fondo del horror,
estarán allí, hablándonos y diciéndonos que
seguir, seguir viviendo, pase lo que pase.
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